viernes, 29 de enero de 2010

EDITORIAL...HABIA UNA VEZ…

Posted on 12:24 by adso

A fines del 2008 me encontré con un viejo amigo que trabaja en los equipos técnicos del Ministerio de Trabajo de la Nación. El, junto a otros funcionarios y técnicos del mencionado ministerio habían venido a Tucumán a presentar un programa de trabajo para jóvenes. Como una de las características de ese programa era su carácter descentralizado, la ejecución y gestión del mismo lo harían los municipios. Así fue que durante cinco días miembros de ese equipo recorrieron todos los municipios y se reunieron con los funcionarios locales que serian los encargados de la ejecución a fin de informarlos y capacitarlos. Yo pude ver a mi amigo horas antes de que viajara de vuelta a Buenos Aires y con su trabajo ya terminado. Me contó del cansancio de todos después de cinco días sin parar, pero sobre todo me contó de la desolación y de la preocupación que todos sus colegas se llevaban de Tucumán. Dos eran las razones para que se sintieran así: la escasa y precaria formación técnica de casi todos los funcionarios municipales que habían entrevistado y la marcada tendencia de todos en priorizar las utilidades en términos electorales del programa, y la casi inexistencia o la fragilidad de organizaciones sociales locales que estuvieran en condiciones de recibir, sostener y gestionar el programa. Sus palabras me quedaron grabadas cuando me dijo: “Nosotros podemos traer el mejor programa del mundo, dar la mejor capacitación, pero si en el territorio nos encontramos con funcionarios incapaces o que solo piensan en los votos y con pocas organizaciones comunitarias y que además están clientelizadas o son corruptas, el programa va al fracaso”. Me acorde de todo esto cuando aparecieron todas las denuncias de corrupción dentro del Programa Argentina Trabaja. Como estoy que apara modificar para mejor una realidad lo primero es conocer las causas de que sea así, vamos a intentar hacerlo. Un observador atento podría dar cuenta que Tafi Viejo es, en términos relativos por cantidad de habitantes y por ubicación geográfica, una de las ciudades con más cantidad de organizaciones comunitarias del país. Clubes, Asociaciones, Sociedades, Bibliotecas, Centros Vecinales y de Jubilados, existen en gran numero. Eso demuestra que “había una vez” que el compromiso y la participación comunitaria en Tafi era muy importante. Hace un tiempo un viejo socio de Talleres me mostró un acta de una asamblea realizada en el 54 o 55, donde decía que la cantidad de socios activos, o sea que pagaban la cuota, en condiciones de participar de esa asamblea era de casi 3000, pero el problema fue que solo fueron un poco menos de …¡1000!. Hoy, que Tafi tiene muchos mas habitantes que esa época, el padrón de socios de ese club no llega ni al 10%, y los que participan son aun menos. Y eso se repite en casi todas las instituciones de Tafi. ¿Qué nos paso? Nos paso que el gran motor y generador de ciudadanos comprometidos y solidarios, los Talleres Ferroviarios fueron liquidados. Nos paso que el organizador social por excelencia, el trabajo, fue destruido o precarizado. Nos paso que se impuso la ley de la selva y del egoísmo y el desinterés por el otro. Y todo eso paso no por casualidad o fue un efecto no buscado. Fue el producto de políticas diseñadas y ejecutadas por los mismos de siempre. Y resulta que ahora el problema principal es que un par de fuleros delincuentes le quitaron a una socia la tarjeta bancaria. Pero nadie dice nada de las razone estructurales que permiten que ese par de fuleros tengan 18 comedores y una red de ¿contención social? Con plata del estado. De lo que no se habla es del como y el porque de todo eso. Había una vez en que una parte mayoritaria de la juventud argentina dejo de pensar en singular para pensar en colectivo. Había una vez que el “yo” dejo lugar al “nosotros”. Había una vez que Tafi Viejo tenía al Padre Dip, que además de darles catequismo a los muchachos, los llevaba a barrios pobres para ayudar a organizarlos y a mejorar sus vidas. Había una vez que Tafi tuvo a Carlos Suter, a Cacerola Ruso Fernández, al Padre Carmona, al Bicho Colorado Rojas, al Negro Romero, a la lista verde de la Unión Ferroviaria, a 5000 obreros en los Talleres y a tres mil socios en un club. Claro, después vino el 24 de marzo del 76, vino Alfonsín, vino el carnero Menem, vino el chupete, vino el 2001, vino el cabezón, el pingüino y ahora la señora. Así pasamos de exigir trabajo en blanco, con jubilación, obra social, vacaciones y seguros laborales para mendigar una ayuda o una solución. Así pasamos de organizarnos comunitariamente a pedir en solitario un favor a algún puntero o dirigente político. Y todo eso paso gracias a que la mayoría quiso o dejo que pasara, mientras unos pocos no supieron o no pudieron evitarlo. Claro, ahora podemos ver a indignados ciudadanos decir: ¡Que barbaridad! O ¡Esto no da para más! Ahora vienen a contarnos que el problema principal es que un par de fuleros detestables le quitaron su tarjeta a una señora. En el fondo no les molesta que haya personas que cobren sin trabajar o que algunos fuleros les quiten la plata a los socios. A ellos les molesta que la mayoría de los socios de las cooperativas sean pobres y marginados. Es que, como me enseño mi amigo Pepe, odian a los pobres. Vengan ahora, con indignación republicana y legalista, a contarnos que el problema es un par de fuleros. Tendría que haber una vez en que los pájaros maten escopetas, que las paredes orinen a los perros y que los tiempos estén a favor de buenos sueños. Mientras, denunciemos a los fuleros, pidamos explicaciones, exijamos transparencia, pero no olvidemos que el problema principal es otro.

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